jueves, 8 de abril de 2010

Europa, hemos vuelto.


Vaya por delante que no puedo negar la evidencia, que Juanito se ha colgado como un Koala de la camiseta de Zigic, sí, es penalti, como una casa de grande. Dicho lo cual, comprendo el enfado de los valencianistas, porque si fuera al revés yo estaría exactamente igual, pero creo que el Atlético ha merecido el pase a estas semifinales de la Europa Leage, tanto por ocasiones, como por juego exhibido. También resalto que el árbitro no era malo, era peor, pero para los dos equipos.


También hay que destacar que si los delanteros colchoneros hubieran aprovechado sus claras ocasiones, especialmente Forlán, que intentó una vaselina ante Cesar cuando lo fácil habría sido el regate o el disparo a un lado, la historia habría sido bien diferente. Ujfalusi también tuvo una oportunidad clarísima, pero no le vamos a pedir peras al olmo, que bastante que llega al área con más peligro que Simao, que estuvo ausente durante todo el partido y ya van…

Me ha sorprendido gratamente el partidazo de Raúl García, debo confesar que el navarro no me gusta nada como jugador, no concibo un centrocampista que no sepa dar un pase a cinco metros, pero hoy Raúl le ha echado un par de eso que hay que echar en los partidos grandes y con su despliegue físico ha compensado sus carencias técnicas, comiéndose él solito al centro del campo del conjunto che.

Hay que hacer mención especial al chavalín, a David de Gea, que parece todo un veterano y que ha vuelto a ser una vez más el salvador del equipo, con dos paradas a bocajarro ante los remates de Zigic, que sigo sin entender como Emery no le sacó antes, viendo como él solito con su envergadura, ha creado más peligro que todo el Valencia en todo el encuentro, a una zaga atlética que pareció desmoronarse por momentos.

Pero esto es el Atlético y saben mejor las cosas con un puntito de sufrimiento, como en la vida real, vamos. Eso sí, que quede claro que estamos en el sitio que nos corresponde por historia, porque a nadie se le olvide que el calificativo de “Pupas” se nos puso por perder una copa de Europa en el los últimos minutos, no por bajar a segunda, ni por ridículos bochornosos como salir goleados en Huelva.

Hoy ha habido momentos de buen juego. Algo está cambiando, o mejor dicho, está volviendo a su sitio. Nos espera Anfield y un viejo conocido que se marchó en busca de títulos, parece que no estaban tan lejos. Hay que ser cauteloso, pero si fuera Neptuno iría desempolvando el tridente. Ladran luego cabalgamos.


martes, 6 de abril de 2010

Babe Ruth. La maldición del Bambino.



Nunca la brillante carrera de un deportista supuso tanto para el despegue de un equipo y el declive de otro. Esta es la historia de George Herman Ruth, conocido como “Babe” o el “Bambino”, y lo es a su vez la de los dos históricos equipos de baseball de Estados Unidos, los New York Yankees y los Boston Red Sox.

Y es que no en vano Babe Ruth es una leyenda del baseball a nivel individual, considerado probablemente el mejor jugador de la historia de este deporte, también es el más completo, batiendo todos los records, tanto de lanzador como de bateador, que perdurarían vigentes durante muchos años. Pero su leyenda va mucho más allá y llega hasta nuestros días.

Babe nació en 1895 en la ciudad de Baltimore, tuvo una infancia dura y a la edad de siete años fue internado en un orfanato. Encontró su vía de escape en el baseball y con tan solo 19 años llegó a convertirse en profesional con los Baltimore Orioles. Su explosión como gran lanzador fue tal que a los cinco meses fue fichado por el mejor equipo del momento, los Boston Red Sox, con los que consiguió tres títulos de series mundiales.

Como vemos, hasta ese momento Ruth solo le había dado éxito y prestigio a los de Boston, pero en 1920 el nuevo propietario de los Red Sox, Harry Frazee, decide traspasarle a los New York Yankees, en una decisión de la que probablemente se arrepentiría el resto de su vida, puesto que con ella forjaría la “maldición del Bambino”. Supersticiones o no, los datos no engañan, desde que Babe abandonara Boston en 1920, los Red Sox, el mejor equipo hasta ese momento, con cinco títulos, sufriría su particular periplo por el desierto al tener que esperar al cambio de siglo, concretamente hasta 2004, para conseguir otro entorchado.

El sentido trágico de un equipo con tanta y tan antigua historia alimentó la leyenda de la maldición, por la cual Boston nunca volvería a ganar y tenía que soportar como su gran rival, el causante de la maldición, arrasaba año tras año. De hecho los Yankees tienen 27 campeonatos y algunos de los mejores jugadores de la historia como Joe DiMaggio o Lou Gehrig vistieron su camiseta rayada.

Dicen que no hay mal que cien años dure, pero el de los de Boston estuvo cerca, ochenta y seis años, ni más ni menos. Eso sí, la maldición se truncó a lo grande, remontándoles la serie en semifinales a los Yankees en su propio estadio. Tal es el arraigo de la leyenda, que la noche de la victoria final de los Red Sox, sus aficionados, en la celebración posterior en su estadio, exhibieron un cartel que rezaba "Babe has left the building" (Babe se ha ido del edificio).

Pero la historia de Babe Ruth no es solo la de la maldición, sino la del éxito paralelo y de una forma meteórica de los New York Yankees, un equipo que hasta entonces vivía bajo la sombra del otro conjunto de la ciudad, los Giants, con los que compartían estadio, el Polo Grounds. Con la llegada del “Bambino” en 1920, los records de Homeruns como bateador comenzaron a sucederse y con ellos la fama y prestigio de Babe y del equipo.

Tanta expectación levantaba, que en 1923 los directivos del equipo decidieron crear un nuevo estadio al otro lado del rio Harlem, en el Bronx, para dar cabida a tanto público. Su nombre es el Yankee Stadium, pero todo el mundo lo conoció y lo conoce como “la casa que Babe Ruth ayudó a construir”, y es que sus actuaciones memorables, noche tras noche, hicieron posible el sueño de tener una casa propia para todos sus aficionados, que así se lo reconocieron.

A partir de ese año, con el primer título en las series finales, comenzaría a forjarse la leyenda del mejor equipo de baseball de la historia y el más galardonado de todas las grandes ligas en el deporte estadounidense. A lo que ayudó, con sus cuatro títulos conseguidos con los Yankees, el gran Babe Ruth, que dejaría el equipo en 1934, después de darle tanta gloria y éxitos. Colgaría el bate definitivamente dos años después.

El cariño que se le profesaba a este gran deportista, eclipsó en gran medida su mala fama fuera de los terrenos de juego, aunque su afición por la comida, la bebida y los escándalos era patente, a pesar de vivir en un país dominado por la “Ley seca”. Tal era el afecto que tenía de los americanos, que incluso fue utilizado como portavoz del Gobierno de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial para adquirir bonos, visitó orfanatos y hospitales, dio conferencias por radio y hasta se hicieron caramelos con su nombre.

En 1946 a Babe Ruth le fue diagnosticado un cáncer de garganta, pero antes de morir pudo despedirse de su público en un histórico homenaje en 1948, en el veinticinco aniversario de su estadio. Además el 3, su dorsal con los Yankees fue retirado.

Murió el 16 de agosto de 1948 a los 53 años. 100.000 personas se acercaron a darle el último adiós ante su féretro, situado en la entrada del Yankee Stadium, o mejor dicho, en la casa que Babe Ruth ayudó a construir.